Cristo Yacente
La tipología de Cristo Yacente es la más extendida y quizá la más conocida de las que realizó Gregorio Fernández, contabilizándose sin entrar en el grado de participación de su taller hasta quince representaciones, aunque a tenor de la calidad destaca sobremanera este de Medina de Pomar, siendo tan solo comparable al conservado en El Pardo.
Un hecho que no responde a la casualidad, sino a las necesidades del culto. El insigne escultor se encontró con la costumbre de colocar este tipo de representación en el banco de los retablos para recibir adoración. La soledad del sepulcro fue tema de preocupación obsesionante a lo largo de la Contrarreforma.
Un profundo dramatismo reviste esta escultura acentuado por la incursión de añadidos tales como las uñas, los dientes o los regueros de sangre.